Hace unos días, vi
en la televisión, en uno de los canales del satélite alemán, un documental en
el que explicaban una iniciativa de un equipo de profesionales de la educación.

Ponían a los niños
en la situación de estar paseando con sus padres y, en un momento dado, los
perdían de vista y quedaban extraviados.
Llegado el momento,
el equipo de profesionales les mostraba 4 tarjetas, cada una con una opción
distinta:
1.
Quedarse en el lugar en el que se
han perdido sin moverse.
2.
Caminar en busca de sus papás.
3.
Entrar en una tienda en busca de un
teléfono para llamar a sus papás.
4.
Parar un coche, decirle al conductor
la dirección donde viven y que éste les lleve de vuelta a casa.
Una vez dadas las
cuatro opciones, les indicaban a los niños que la mejor alternativa siempre era
la número uno pues sus padres siempre podrían encontrarlos en el lugar en el
que se había perdido.
En mi opinión, esta
iniciativa es muy interesante pues complementa
una educación y enseña a nuestros hijos unas alternativas importantes para
el día a día que no se enseña en los colegios pero…
Buena opción es que
el niño se quede sin moverse del lugar para ser encontrado más fácil y
rápidamente por sus padres, pero, si el lugar dónde se ha perdido es un barrio
conflictivo… ¿sería la mejor opción?
Según otra de las
opciones, les habían explicado a los niños que no suban a ningún coche… pero, y
si el niño ve a su tío o cualquier otro familiar conduciendo un coche, ¿no
debe subir con él y evitar estar en la
calle sólo y expuesto a cualquier peligro?

Si educamos a
nuestros hijos, de forma que sean capaces de solucionar por sí mismos los
problemas que les puedan surgir, y que aprendan a elegir cual es la mejor alternativa
dependiendo de la situación en la que se encuentren, les estaremos educando en
autonomía y capacidad de decisión sin tener que optar sólo por una (según el
ejemplo anteriormente comentado) opción que es la que nosotros como padres o
educadores creemos, según nuestra opinión, que es la mejor.