Miembro del Consejo Internacional de Expertos en Coaching Educativo, Familiar y Personal.

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jueves, 24 de enero de 2013

¿Qué hacer para que no se pierda mi hijo/a?


Hace unos días, vi en la televisión, en uno de los canales del satélite alemán, un documental en el que explicaban una iniciativa de un equipo de profesionales de la educación.

Este proyecto consistía en trabajar con los niños en los colegios, la solución de problemas en caso de que se pierdan en la calle estando con sus padres.

Ponían a los niños en la situación de estar paseando con sus padres y, en un momento dado, los perdían de vista y quedaban extraviados.

Llegado el momento, el equipo de profesionales les mostraba 4 tarjetas, cada una con una opción distinta:

1.      Quedarse en el lugar en el que se han perdido sin moverse.

2.      Caminar en busca de sus papás.

3.      Entrar en una tienda en busca de un teléfono para llamar a sus papás.

4.      Parar un coche, decirle al conductor la dirección donde viven y que éste les lleve de vuelta a  casa.

Una vez dadas las cuatro opciones, les indicaban a los niños que la mejor alternativa siempre era la número uno pues sus padres siempre podrían encontrarlos en el lugar en el que se había perdido.

En mi opinión, esta iniciativa es muy interesante pues complementa  una educación y enseña a nuestros hijos unas alternativas importantes para el día a día que no se enseña en los colegios pero…

Buena opción es que el niño se quede sin moverse del lugar para ser encontrado más fácil y rápidamente por sus padres, pero, si el lugar dónde se ha perdido es un barrio conflictivo… ¿sería la mejor opción?

Según otra de las opciones, les habían explicado a los niños que no suban a ningún coche… pero, y si el niño ve a su tío o cualquier otro familiar conduciendo un coche, ¿no debe  subir con él y evitar estar en la calle sólo y expuesto a cualquier peligro?

Y en caso de que el niño sepa de memoria el número de móvil de su padre o madre, ¿no sería muy buena opción entrar en la tienda o supermercado más cercano, decir que se ha perdido y que por favor llamen al teléfono de su padre o madre?

Si educamos a nuestros hijos, de forma que sean capaces de solucionar por sí mismos los problemas que les puedan surgir, y que aprendan a elegir cual es la mejor alternativa dependiendo de la situación en la que se encuentren, les estaremos educando en autonomía y capacidad de decisión sin tener que optar sólo por una (según el ejemplo anteriormente comentado) opción que es la que nosotros como padres o educadores creemos, según nuestra opinión, que es la mejor.

martes, 22 de enero de 2013

¿Qué necesidades tiene una persona con discapacidad?


¿Cómo convivir con una persona con discapacidad?

1.      Ayúdame a comprender. Organiza mi mundo y facilítame que anticipe lo que va a suceder. Dame orden, estructura, y no caos.

2.      No te angusties conmigo, porque me angustio. Respeta mi ritmo. Siempre podrás relacionarte conmigo si comprendes mis necesidades y mi modo especial de entender la realidad. No te deprimas, lo normal es que avance y me desarrolle cada vez más.

3.      No me hables demasiado, ni demasiado deprisa. Las palabras son “aire” que no pesa para ti, pero pueden ser una carga muy pesada para mí. Muchas veces no son la mejor manera de relacionarte conmigo.

4.      Como otros niños, como otros adultos, necesito compartir el placer y me gusta hacer las cosas bien, aunque no siempre lo consiga. Hazme saber, de algún modo, cuándo he hecho las cosas bien y ayúdame a hacerlas sin fallos. Cuando tengo demasiados fallos me sucede lo que a ti: me irrito y termino por negarme a hacer las cosas.

5.      Necesito más orden del que tú necesitas, más predelictibidad en el medio que la que tú requieres. Tenemos que negociar mis rituales para convivir.

6.      Me resulta difícil comprender el sentido de muchas de las cosas que me piden que haga. Ayúdame a entenderlo. Trata de pedirme cosas que puedan tener un sentido concreto y descifrable para mí. No permitas que me aburra o permanezca inactivo.

7.      No me invadas excesivamente. A veces, las personas sois demasiado imprevisibles, demasiado ruidosas, demasiado estimulantes. Respeta las distancias que necesito, pero sin dejarme solo.

8.      Lo que hago no es contra ti. Cuando tengo una rabieta o me golpeo, si destruyo algo o me muevo en exceso, cuando me es difícil atender o hacer lo que me pides, no estoy tratando de hacerte daño. Ya que tengo un problema de intenciones, no me atribuyas malas intenciones!

9.      Mi desarrollo no es absurdo, aunque no sea fácil de entender. Tiene su propia lógica y muchas de las conductas que llamáis “alteradas” son formas de enfrentar el mundo desde mi especial forma de ser y percibir. Haz un esfuerzo por comprenderme.

10.  Las otras personas sois demasiado complicadas. Mi mundo no es complejo y cerrado, sino simple. Aunque te parezca extraño lo que te digo, mi mundo es tan abierto, tan sin tapujos ni mentiras, tan ingenuamente expuesto a los demás, que resulta difícil penetrar en él. No vivo en una “fortaleza vacía”, sino en una llanura tan abierta que puede parecer inaccesible. Tengo mucha menos complicación que las personas que os consideráis como normales.

11.  No me pidas siempre las mismas cosas ni me exijas las mismas rutinas. No tienes que hacerte tú discapacitado para ayudarme. El discapacitado soy yo, no tú!

12. No sólo soy discapacitado. También soy un niño, un adolescente, o un adulto. Comparto muchas cosas de los niños, adolescentes o adultos a los que llamáis “normales”. Me gusta jugar y divertirme, quiero a mis padres y a las personas cercanas, me siento satisfecho cuando hago las cosas bien. Es más lo que compartimos que lo que nos separa.

13.  Merece la pena vivir conmigo. Puedo darte tantas satisfacciones como otras personas, aunque no sean las mismas. Puede llegar un momento en tu vida en que yo, que soy discapacitado, sea tu mayor y mejor compañía.

14.  No me agredas químicamente. Si te han dicho que tengo que tomar una medicación, procura que sea revisada periódicamente por el especialista.

15.  Ni mis padres ni yo tenemos la culpa de lo que me pasa. Tampoco la tienen los profesionales que me ayudan. No sirve de nada que os culpéis unos a otros. A veces, mis reacciones y conductas pueden ser difíciles de comprender o afrontar, pero no es por culpa de nadie. La idea de “culpa” no produce más que sufrimiento en relación con mi problema.

16.  No me pidas constantemente cosas por encima de lo que soy capaz de hacer. Pero pídeme lo que puedo hacer. Dame ayuda para ser más autónomo, para comprender mejor, pero no me des ayuda de más.

17.  No tienes que cambiar completamente tu vida por el hecho de vivir con una persona con discapacidad. A mí no me sirve de nada que tú estés mal, que te encierres y te deprimas. Necesito estabilidad y bienestar emocional a mi alrededor para estar mejor. Piensa que tu pareja tampoco tiene culpa de lo que me pasa.

18.  Ayúdame con naturalidad, sin convertirlo en una obsesión. Para poder ayudarme, tienes que tener tus momentos en que reposas o te dedicas a tus propias actividades. Acércate a mí, no te vayas, pero no te sientas como sometido a un peso insoportable. En mi vida, he tenido momentos malos, pero puedo estar cada vez mejor.

19.  Acéptame como soy. No condiciones tu aceptación a que deje de ser discapacitado. Sé optimista sin hacerte “novelas”. Mi situación normalmente mejora, aunque por ahora no tenga curación.

 20.  Aunque me sea difícil comunicarme o no comprenda las sutilezas sociales, tengo incluso algunas ventajas en comparación con los que os decís “normales”. Me cuesta comunicarme, pero no suelo engañar. No comprendo las sutilezas sociales, pero tampoco participo de las dobles intenciones o los sentimientos peligrosos tan frecuentes en la vida social. Mi vida puede ser satisfactoria si es simple, ordenada y tranquila. Si no se me pide constantemente y sólo aquello que más me cuesta. Ser discapacitado es un modo de ser, aunque no sea el “normal”. Mi vida como discapacitado puede ser tan feliz y satisfactoria como la tuya. En esas vidas, podemos llegar a encontrarnos y compartir muchas experiencias.

lunes, 21 de enero de 2013

¿Por qué mi hijo/a se comporta así?

¿Cuántas veces nos hemos hecho esta pregunta?

Permitidme que os lo explique con una historia real de una mamá y su hijo.

" Iba una mamá con su bebé paseando hasta llegar a la panadería para comprar el pan. Nada más entrar, el bebé comenzó a llorar e inmediatamente su madre lo cogió y le miró el pañal. Estaba limpio. Pero el niño seguía llorando, al parecer, sin motivo alguno.

Su madre le acercó el biberón con agua por si acaso su hijo tenía sed, pero éste, mientras continuaba llorando le apartó el biberón.

Finalmente a la mamá se le ocurrió darle un trocito de pan y su hijo, acto seguido se calló.

Al día siguiente madre e hijo volvieron a la panadería y, al entrar, el niño comenzó a llorar otra vez. Su madre volvió a darle el biberón por si su hijo quería agua, pero el bebé, al igual que la vez anterior, mientras lloraba le apartó el biberón.

La mamá, optó por darle el trocito de pan lo que acalló al bebé. Éste estaba aprendiendo que cada vez que lloraba conseguía su objetivo, que, en este caso, era su trozo de pan.

El niño iba creciendo y poco a poco comenzaba a balbucear sus primeros sonidos y palabras. Pero, aun así, cada vez que iba a la panadería con su madre, lloraba para conseguir su trozo de pan.

La madre comenzó a enseñarle como se decía la palabra “pan” y hasta que su hijo no intentaba balbucear el sonido de dicha palabra, no le daba su trozo.

El niño, comenzó a darse cuenta que aquella conducta (lloros) ya había dejado de funcionarle para conseguir su propósito, que era el trozo de pan.

Por ello comenzó a adoptar un nuevo comportamiento con el que sí conseguía lo que él quería. Dicho comportamiento era pedir el pan por su nombre."

La gran mayoría de las veces, y en un gran porcentaje, las rabietas, lloros, desobediencias, pataleos, golpes… de nuestros hijos/as son llamadas de atención hacia nosotros.

Debemos tener en cuenta que todo comportamiento se da, porque obtenemos algo a cambio. Es decir, si un niño/a se comporta de una forma determinada como pueden ser lloros, golpes… es porque le funciona para conseguir aquello que él/ella quiere.

Por ejemplo en la anterior historia, el bebé aprendió que cada vez que lloraba conseguía su trozo de pan. Dejó de llorar cuando se dio cuenta que dejó de funcionar, es decir, cuando la madre no accedía ante los lloros de su hijo.

Por lo tanto, si ante un comportamiento no deseado por parte de nuestros hijos respondemos de forma distinta a lo habitual y no accedemos a darle aquello que desean, estamos provocando un cambio de comportamiento.

Si además, le damos aquello que desean o reforzamos de cualquier otro modo cuando realizan el comportamiento que nosotros deseamos, estamos llevando a cabo un proceso de modificación de conducta.