Miembro del Consejo Internacional de Expertos en Coaching Educativo, Familiar y Personal.

Miembro del Consejo Internacional de Expertos en Coaching Educativo, Familiar y Personal.

viernes, 4 de abril de 2014

¡Compórtate Bien! (2ª Parte)

¡Compórtate bien! - www.davidcasadocoach.com
En el artículo anterior os hablaba de la típica frase que escucho casi a diario “¡Pórtate bien!”.

Como ya os decía, es un mensaje sin demasiado contenido y que para cada uno de nosotros puede significar algo distinto, ya que lo que es portarse bien para un niño puede no significar lo mismo que para un padre o una madre.

El jueves pasado di una conferencia con una compañera, y uno de los puntos que traté fue que “el/la niño/a participe en su educación. Educación para ser responsable”

Hoy día, todas las personas estamos sobresaturadas de información. Radio, televisión, prensa, comentarios, blogs, redes sociales, lo que nos dicen y cuentan las personas que nos rodean…

Pues del mismo modo en que las personas adultas estamos sobresaturadas de información y acabamos bloqueados o por no escuchar, a los niños también les sucede lo mismo.

Por ello, en vez de decirle tanto a los niños: lo que tienen que hacer, cuando lo tienen que hacer, recordarle cosas para que “no se les olvide” e incluso hacérselo nosotros mismos, o repetirle lo mismo 6, 7 u 8 veces,

OS RETO A PREGUNTARLES

Y sé que alguno de los lectores estará pensando: “Sí, si es diciéndole las cosas que tiene que hacer y no las hace… imagínate si le pregunto… me dirá que no seguro o sencillamente no lo hará…”

He de deciros que esto es solamente una primera parte. En el siguiente artículo os explicaré la siguiente parte.

Os dejo un ejemplo para que lo vayáis viendo y agradecería si me enviáis un mail a la dirección de más abajo con las dudas o comentarios que queráis.

Madre que va al supermercado con su hijo y éste siempre quiere llevarse 4 o 5 cosas tras una rabieta en la tienda. (Caso real)

Antes de salir de casa.

(Madre): ¿Dónde vamos a ir ahora?
(Hijo): Al supermercado.
(Madre): ¿Cómo vamos a ir por la calle?
(Hijo): Juntos de la mano.
(Madre): ¿Vas a ir sólo por el supermercado?
(Hijo): No, iré contigo y te ayudaré.
(Madre): Si te apetece coger algo, ¿cómo lo pedirás?
(Hijo): Mamá, quiero ese paquete de galletas.
(Madre): ¿Cogerás todo lo que tú quieras?
(Hijo): No, sólo una cosa.
(Madre): Si te comprometes a cumplir todo lo que has dicho, podrás coger una cosa más.
(Hijo): Vale mamá.  J


jueves, 13 de marzo de 2014

¡Compórtate bien!

¡Compórtate bien! www.davidcasadocoach.com
Hace dos días estaba en la oficina de correos esperando que llegara mi turno para recoger un paquete.

Mientras, observaba a las personas que había delante de mí y sus comportamientos.

Una de estas personas era una mamá con su hijo de unos 4 o 5 años que, como todos, aguardaban su turno.

El niño estaba sentado en un asiento muy tranquilo, callado y muy entretenido con un juego del teléfono móvil de su madre.

Desde que yo llegué a la oficina, la madre no paraba de repetir al niño: “¡Pórtate bien!”, a los 2 minutos, “¡Pórtate bien!”, así hasta que les tocó el turno, hicieron la gestión y se fueron.

Cada vez que la madre le decía a su hijo “¡Pórtate bien!”, el niño, serio y con cara de duda miraba a su madre sin entenderla y continuaba jugando. En ningún momento molestó a su mamá, le dijo nada y ni siquiera llegó a levantarse del asiento hasta que su madre le dijo: “vamos”.

Amigos, esta situación me hace cuestionarme varias preguntas que os lanzo también a vosotros:

¿Qué es para vosotros como padres: “pórtate bien”?

¿Qué es para vuestros hijos: “pórtate bien”?

Si vuestro hijo, como es el caso de la situación anterior, ya se está portando bien, ¿por qué seguir pidiéndoselo?

Y, si se está portando bien, ¿por qué no, en vez de repetirle que se porte bien, no le reconocemos y reforzamos su buen comportamiento?

Portarse bien es muy genérico, lo que es portarse bien para ti como adulto, es posible que no sea lo mismo exactamente que para otra madre, o para un tío, o una abuela del niño.

¿No sería más fácil hablar con el niño y decirle lo que os gustaría que vuestro hijo hiciera o de qué forma se comporte al salir de casa?

Si me lo permitís este artículo va a ser una introducción a varios artículos más sobre “Comportarse bien”. Por eso os dejo, de momento, algunas preguntas abiertas para que las reflexionéis…


lunes, 20 de enero de 2014

¿Cómo superar un problema?

Obstáculo- www.davidcasadocoach.com
Hace unos días hice una Sesión de Coaching Personal con un nuevo cliente durante un paseo a lo largo de un río.


Mientras paseábamos nos encontramos con una gran roca en medio del camino que nos hacía difícil el paso, aunque no imposible.



Mi cliente al ver la gran roca se quedó paralizado y comenzó a decir que esa roca era como todo en su vida, cuando creía que todo iba bien, alguien o algún problema se ponía en medio.

Yo le pregunté que qué era para él aquella roca, a lo que me contestó que un problema porque no le dejaba paso para continuar...


Le pregunté que para qué más podría servir aquella roca, y se sorprendió él mismo al comenzar a decirme que podría poner el pie encima y atarse los cordones, podría sentarse en ella para descansar, podría subirse a ella para alcanzar los higos de la higuera que había al lado...



Amigos, un problema puede dejar de serlo si lo miramos desde otro punto de vista.


Os animo a todos a que en cualquier momento del día, cuando os encontréis ante cualquier obstáculo, problema o dificultad; parad, y pensad: "a esto, ¿qué tres utilidades positivas le puedo dar?

De esta forma, se esfumará vuestro agobio y malas sensaciones pues habréis descubierto cómo no era tan grande el problema o que incluso puedes utilizarlo pues tiene tres utilidades positivas.

info@davidcasadocoach.com

sábado, 11 de enero de 2014

¿Cómo comenzar un nuevo proyecto?

Emprender un nuevo proyecto- www.davidcasadocoach.com
Durante el fin de semana pasado, una de las actividades al aire libre que disfruté, fue subir al Peñón de Ifach en Calpe.

Fue este fantástico paraje de la Costa Blanca el que me inspiró a escribir este post, mientras observaba cada recoveco del camino, su vegetación, las panorámicas e incluso la actitud de las personas que también paseaban por allí.

"Cuando decidimos hacer un cambio de rumbo en nuestras vidas, una mejora en el trabajo, un nuevo proyecto, o llevar a cabo una idea, nos encontramos con ilusión, energía, entusiasmo, ganas de comenzar... Pero una vez reunimos todo lo necesario para lanzarnos y nos ponemos en el comienzo del camino...

¿Te has replanteado alguna vez si de verdad quieres emprenderlo?, ¿si te va a merecer la pena?, ¿si te va a compensar todo el esfuerzo?

Cuando estás al principio del camino y observas a lo largo de él, incluso de su ascenso, puede llegar a asustarte lo pedregoso que es, puede ser oscuro, esconder retos detrás de cada esquina, obstáculos en medio del camino...

Pero tienes dos opciones:

Comenzar tu viaje fijándote en la dificultad del camino, en las piedras, las irregularidades, los pinchos y matorrales, las cuestas... y si sigues así dejarás de caminar y abandonarás tu camino y por tanto tus sueños.

O por el contrario puedes disfrutar a cada paso de las vistas, de las flores y plantas a cada lado del camino, de las personas con las que te vas encontrando, aprendes de cómo ellos afrontan cada etapa, cómo superan baches y piedras...

Qué opción eliges depende de ti. Tú y sólo tú decides si prestar atención a todo tu alrededor, aprovechando las oportunidades y disfrutando de cada momento y cada persona; o estar quejándote durante todo tu recorrido y sólo prestar atención a los problemas y dificultades.

Levanta la cabeza y mira alto, mira a lo lejos, busca el horizonte. Si sólo miras hacia abajo lo único que podrás ver son tus propios pies y el charco embarrado en el que estás y del que no sabes como salir.

Ahora la decisión es tuya,

info@davidcasadocoach.com




sábado, 4 de enero de 2014

¿Cómo conseguir tus propósitos en el año nuevo?

Actitud vs Miedo - www.davidcasadocoach.com
Durante estas fiestas navideñas, paseando y visitando algunos pueblos de la Costa Blanca, me acerqué a una zona de atracciones para niños en la que había una pista de patinaje sobre hielo.

Me llamó la atención cómo disfrutaban, se divertían o se preocupaban las distintas personas que allí patinaban.

Por un lado, los adultos, patinaban la mayoría de ellos cerca de la barandilla agarrándose a esta. Otros con las manos por delante y con mucho cuidado por si se caían, y algunos, después de su primer resbalón o caída, salían de la pista desmotivados y devolvían sus patines con actitud resignada.

Por otro lado, los niños se divertían, reían, unos patinaban muy rápido, otros hacia atrás, otros daban vueltas, saltaban... Y todos ellos sin miedo y con un propósito muy claro, divertirse, pasarlo bien y disfrutar el momento.

Muchas veces se caían, pero volvían a levantarse una y otra vez para conseguir su propósito que era disfrutar.

Todos los niños y adolescentes, no ponían su atención en el miedo a caerse, miedo al ridículo o a no saber cómo patinar. Ellos ponían toda su actitud y atención en disfrutar con sus amigos.

Y tú, ¿en qué pones toda tu atención?; ¿con qué actitud te enfrentas a tus propósitos?

FELIZ AÑO 2014

info@davidcasadocoach.com

lunes, 22 de abril de 2013

¿Cómo consigo que me respete mi hijo?



Esta mañana he participado en una mesa redonda sobre coaching familiar, educación y comportamiento de los niños, y, tanto profesionales como padres, me han preguntado cómo pueden ganarse el respeto de los más pequeños.

Me decían que parece muy sencillo, pero en el día a día y en momentos tensos de desobediencias por parte de los niños, y, nerviosismo por parte de los padres, no saben cómo actuar, pues dicen haberlo probado todo.

Yo les digo que efectivamente es fácil y solamente hay que tratar con educación y respeto a los hijos. Es decir tratarlos como personas, aunque sean pequeños. Así, de igual forma, ellos nos contestarán con el respeto que nosotros les mostramos.

Seguidamente, les he preguntado que qué es el respeto para ellos.

La gran mayoría, me han contestado que se les obedezca, que no se les discuta…

Tras su respuesta, les he pedido que me explicaran cómo conseguían pues el respeto de sus hijos o alumnos, a lo que acto seguido, me han contestado que ese era el problema, que no sabían cómo conseguirlo.

La mayoría de ellos, comentaban, que habían sido estrictos, habían puesto castigos e incluso en algún momento de nerviosismo habían llegado a dar algún azote del que luego se arrepentían, y aun así decían que no habían conseguido respeto.

Les he hecho las siguientes preguntas: ¿si vosotros estuvierais castigados, os hubieran prohibido estrictamente todo, no tuvierais posibilidades, para qué lucharíais? ¿Tendríais algo que conseguir?

Me dieron distintas respuestas: “…si ya lo he perdido todo, ¿para qué esforzarme?”, “si no puedo hacer nada, ni siquiera ir a ningún sitio, ¿qué puedo hacer?”, “¿cómo voy a aprender cosas o a motivarme por aprenderlas si me obligan a aprender?”

Mi última pregunta fue: ¿De qué forma os sentiríais motivados para hacer algo o para realizar un esfuerzo?

Todos respondían que si tuvieran algún beneficio, premio o reconocimiento, si se les apoyara en vez de obligarlos, si no fueran estrictos con ellos, si se contara con ellos en algunas situaciones para decidir o elegir…

Todos somos personas y nuestros alumnos e hijos, aunque sean menores que nosotros, son personas con una forma de pensar y un punto de vista, posiblemente diferente al nuestro pero no por ello peor.

Me gustaría finalizar este artículo con una frase que os sirva de reflexión y que yo repito en diferentes ocasiones: 

“Educar no es enseñar a uno lo que tiene que pensar, es enseñar a pensar”

jueves, 24 de enero de 2013

¿Qué hacer para que no se pierda mi hijo/a?


Hace unos días, vi en la televisión, en uno de los canales del satélite alemán, un documental en el que explicaban una iniciativa de un equipo de profesionales de la educación.

Este proyecto consistía en trabajar con los niños en los colegios, la solución de problemas en caso de que se pierdan en la calle estando con sus padres.

Ponían a los niños en la situación de estar paseando con sus padres y, en un momento dado, los perdían de vista y quedaban extraviados.

Llegado el momento, el equipo de profesionales les mostraba 4 tarjetas, cada una con una opción distinta:

1.      Quedarse en el lugar en el que se han perdido sin moverse.

2.      Caminar en busca de sus papás.

3.      Entrar en una tienda en busca de un teléfono para llamar a sus papás.

4.      Parar un coche, decirle al conductor la dirección donde viven y que éste les lleve de vuelta a  casa.

Una vez dadas las cuatro opciones, les indicaban a los niños que la mejor alternativa siempre era la número uno pues sus padres siempre podrían encontrarlos en el lugar en el que se había perdido.

En mi opinión, esta iniciativa es muy interesante pues complementa  una educación y enseña a nuestros hijos unas alternativas importantes para el día a día que no se enseña en los colegios pero…

Buena opción es que el niño se quede sin moverse del lugar para ser encontrado más fácil y rápidamente por sus padres, pero, si el lugar dónde se ha perdido es un barrio conflictivo… ¿sería la mejor opción?

Según otra de las opciones, les habían explicado a los niños que no suban a ningún coche… pero, y si el niño ve a su tío o cualquier otro familiar conduciendo un coche, ¿no debe  subir con él y evitar estar en la calle sólo y expuesto a cualquier peligro?

Y en caso de que el niño sepa de memoria el número de móvil de su padre o madre, ¿no sería muy buena opción entrar en la tienda o supermercado más cercano, decir que se ha perdido y que por favor llamen al teléfono de su padre o madre?

Si educamos a nuestros hijos, de forma que sean capaces de solucionar por sí mismos los problemas que les puedan surgir, y que aprendan a elegir cual es la mejor alternativa dependiendo de la situación en la que se encuentren, les estaremos educando en autonomía y capacidad de decisión sin tener que optar sólo por una (según el ejemplo anteriormente comentado) opción que es la que nosotros como padres o educadores creemos, según nuestra opinión, que es la mejor.

martes, 22 de enero de 2013

¿Qué necesidades tiene una persona con discapacidad?


¿Cómo convivir con una persona con discapacidad?

1.      Ayúdame a comprender. Organiza mi mundo y facilítame que anticipe lo que va a suceder. Dame orden, estructura, y no caos.

2.      No te angusties conmigo, porque me angustio. Respeta mi ritmo. Siempre podrás relacionarte conmigo si comprendes mis necesidades y mi modo especial de entender la realidad. No te deprimas, lo normal es que avance y me desarrolle cada vez más.

3.      No me hables demasiado, ni demasiado deprisa. Las palabras son “aire” que no pesa para ti, pero pueden ser una carga muy pesada para mí. Muchas veces no son la mejor manera de relacionarte conmigo.

4.      Como otros niños, como otros adultos, necesito compartir el placer y me gusta hacer las cosas bien, aunque no siempre lo consiga. Hazme saber, de algún modo, cuándo he hecho las cosas bien y ayúdame a hacerlas sin fallos. Cuando tengo demasiados fallos me sucede lo que a ti: me irrito y termino por negarme a hacer las cosas.

5.      Necesito más orden del que tú necesitas, más predelictibidad en el medio que la que tú requieres. Tenemos que negociar mis rituales para convivir.

6.      Me resulta difícil comprender el sentido de muchas de las cosas que me piden que haga. Ayúdame a entenderlo. Trata de pedirme cosas que puedan tener un sentido concreto y descifrable para mí. No permitas que me aburra o permanezca inactivo.

7.      No me invadas excesivamente. A veces, las personas sois demasiado imprevisibles, demasiado ruidosas, demasiado estimulantes. Respeta las distancias que necesito, pero sin dejarme solo.

8.      Lo que hago no es contra ti. Cuando tengo una rabieta o me golpeo, si destruyo algo o me muevo en exceso, cuando me es difícil atender o hacer lo que me pides, no estoy tratando de hacerte daño. Ya que tengo un problema de intenciones, no me atribuyas malas intenciones!

9.      Mi desarrollo no es absurdo, aunque no sea fácil de entender. Tiene su propia lógica y muchas de las conductas que llamáis “alteradas” son formas de enfrentar el mundo desde mi especial forma de ser y percibir. Haz un esfuerzo por comprenderme.

10.  Las otras personas sois demasiado complicadas. Mi mundo no es complejo y cerrado, sino simple. Aunque te parezca extraño lo que te digo, mi mundo es tan abierto, tan sin tapujos ni mentiras, tan ingenuamente expuesto a los demás, que resulta difícil penetrar en él. No vivo en una “fortaleza vacía”, sino en una llanura tan abierta que puede parecer inaccesible. Tengo mucha menos complicación que las personas que os consideráis como normales.

11.  No me pidas siempre las mismas cosas ni me exijas las mismas rutinas. No tienes que hacerte tú discapacitado para ayudarme. El discapacitado soy yo, no tú!

12. No sólo soy discapacitado. También soy un niño, un adolescente, o un adulto. Comparto muchas cosas de los niños, adolescentes o adultos a los que llamáis “normales”. Me gusta jugar y divertirme, quiero a mis padres y a las personas cercanas, me siento satisfecho cuando hago las cosas bien. Es más lo que compartimos que lo que nos separa.

13.  Merece la pena vivir conmigo. Puedo darte tantas satisfacciones como otras personas, aunque no sean las mismas. Puede llegar un momento en tu vida en que yo, que soy discapacitado, sea tu mayor y mejor compañía.

14.  No me agredas químicamente. Si te han dicho que tengo que tomar una medicación, procura que sea revisada periódicamente por el especialista.

15.  Ni mis padres ni yo tenemos la culpa de lo que me pasa. Tampoco la tienen los profesionales que me ayudan. No sirve de nada que os culpéis unos a otros. A veces, mis reacciones y conductas pueden ser difíciles de comprender o afrontar, pero no es por culpa de nadie. La idea de “culpa” no produce más que sufrimiento en relación con mi problema.

16.  No me pidas constantemente cosas por encima de lo que soy capaz de hacer. Pero pídeme lo que puedo hacer. Dame ayuda para ser más autónomo, para comprender mejor, pero no me des ayuda de más.

17.  No tienes que cambiar completamente tu vida por el hecho de vivir con una persona con discapacidad. A mí no me sirve de nada que tú estés mal, que te encierres y te deprimas. Necesito estabilidad y bienestar emocional a mi alrededor para estar mejor. Piensa que tu pareja tampoco tiene culpa de lo que me pasa.

18.  Ayúdame con naturalidad, sin convertirlo en una obsesión. Para poder ayudarme, tienes que tener tus momentos en que reposas o te dedicas a tus propias actividades. Acércate a mí, no te vayas, pero no te sientas como sometido a un peso insoportable. En mi vida, he tenido momentos malos, pero puedo estar cada vez mejor.

19.  Acéptame como soy. No condiciones tu aceptación a que deje de ser discapacitado. Sé optimista sin hacerte “novelas”. Mi situación normalmente mejora, aunque por ahora no tenga curación.

 20.  Aunque me sea difícil comunicarme o no comprenda las sutilezas sociales, tengo incluso algunas ventajas en comparación con los que os decís “normales”. Me cuesta comunicarme, pero no suelo engañar. No comprendo las sutilezas sociales, pero tampoco participo de las dobles intenciones o los sentimientos peligrosos tan frecuentes en la vida social. Mi vida puede ser satisfactoria si es simple, ordenada y tranquila. Si no se me pide constantemente y sólo aquello que más me cuesta. Ser discapacitado es un modo de ser, aunque no sea el “normal”. Mi vida como discapacitado puede ser tan feliz y satisfactoria como la tuya. En esas vidas, podemos llegar a encontrarnos y compartir muchas experiencias.

lunes, 21 de enero de 2013

¿Por qué mi hijo/a se comporta así?

¿Cuántas veces nos hemos hecho esta pregunta?

Permitidme que os lo explique con una historia real de una mamá y su hijo.

" Iba una mamá con su bebé paseando hasta llegar a la panadería para comprar el pan. Nada más entrar, el bebé comenzó a llorar e inmediatamente su madre lo cogió y le miró el pañal. Estaba limpio. Pero el niño seguía llorando, al parecer, sin motivo alguno.

Su madre le acercó el biberón con agua por si acaso su hijo tenía sed, pero éste, mientras continuaba llorando le apartó el biberón.

Finalmente a la mamá se le ocurrió darle un trocito de pan y su hijo, acto seguido se calló.

Al día siguiente madre e hijo volvieron a la panadería y, al entrar, el niño comenzó a llorar otra vez. Su madre volvió a darle el biberón por si su hijo quería agua, pero el bebé, al igual que la vez anterior, mientras lloraba le apartó el biberón.

La mamá, optó por darle el trocito de pan lo que acalló al bebé. Éste estaba aprendiendo que cada vez que lloraba conseguía su objetivo, que, en este caso, era su trozo de pan.

El niño iba creciendo y poco a poco comenzaba a balbucear sus primeros sonidos y palabras. Pero, aun así, cada vez que iba a la panadería con su madre, lloraba para conseguir su trozo de pan.

La madre comenzó a enseñarle como se decía la palabra “pan” y hasta que su hijo no intentaba balbucear el sonido de dicha palabra, no le daba su trozo.

El niño, comenzó a darse cuenta que aquella conducta (lloros) ya había dejado de funcionarle para conseguir su propósito, que era el trozo de pan.

Por ello comenzó a adoptar un nuevo comportamiento con el que sí conseguía lo que él quería. Dicho comportamiento era pedir el pan por su nombre."

La gran mayoría de las veces, y en un gran porcentaje, las rabietas, lloros, desobediencias, pataleos, golpes… de nuestros hijos/as son llamadas de atención hacia nosotros.

Debemos tener en cuenta que todo comportamiento se da, porque obtenemos algo a cambio. Es decir, si un niño/a se comporta de una forma determinada como pueden ser lloros, golpes… es porque le funciona para conseguir aquello que él/ella quiere.

Por ejemplo en la anterior historia, el bebé aprendió que cada vez que lloraba conseguía su trozo de pan. Dejó de llorar cuando se dio cuenta que dejó de funcionar, es decir, cuando la madre no accedía ante los lloros de su hijo.

Por lo tanto, si ante un comportamiento no deseado por parte de nuestros hijos respondemos de forma distinta a lo habitual y no accedemos a darle aquello que desean, estamos provocando un cambio de comportamiento.

Si además, le damos aquello que desean o reforzamos de cualquier otro modo cuando realizan el comportamiento que nosotros deseamos, estamos llevando a cabo un proceso de modificación de conducta.

martes, 4 de diciembre de 2012

Educando con el Ejemplo


Esta mañana, conducía hacia a un pueblo vecino, para dar una conferencia mientras escuchaba un programa de radio en el que los oyentes llamaban y comentaban a modo de gracia sus anécdotas.

Curiosamente y paralelamente, la conferencia que iba a dar esta misma mañana se llamaba Desaprender para Reaprender, en la que iba a dar ejemplos y pautas prácticas a padres, profesores, monitores… para la motivación de los niños en los estudios, tanto en el colegio como en casa, e iba a tratar también comportamientos de los menores y como cambiarlos en caso de ser inadecuados o no deseados.

Una de las oyentes que han participado esta mañana en la radio, contaba que su hijo de 5 años estaba apuntado en la escuela de fútbol que ofrecía el colegio como actividad extraescolar. Según narraba, a mitad del partido del sábado pasado, una madre de un niño que jugaba en el mismo equipo, se levantaba de la grada gritando: “¡A por él, a por él, no dejes que se escape, pégale patadas!”, el niño, obediente a lo que decía su madre, derribó al adversario y comenzó a propinarle patadas mientras, sin parar, se giraba buscando la aprobación de su madre y le preguntaba: ¿Así mamá? ¿Así de fuerte está bien?


Amigos, amigas, compañeros, compañeras… No tenemos que olvidar que los niños son un libro en blanco y los papás y mamás son los primeros bolígrafos que escriben en él.

¿Un consejo?, Educad con el ejemplo, pues somos un modelo a seguir para ellos y dependiendo de nuestra actitud y comportamiento, los niños copiarán comportamientos adecuados o no.
 
Los papás y mamás educáis a vuestros hijos de la mejor forma que sabéis y con toda la buena intención del mundo, pero en ocasiones, se ha de saber cómo cambiar un comportamiento y cuál es la pauta más adecuada para ello.